No quería ser menos porque la vida lo interpelaba. Interpelación directa al bolsillo, al estomago a los ideales. Seguía corriendo y le decía: "para que te vas a caer, caminá un poco y cambia el aire".
-"Ahora tiene que firmar la baja del sistema", mecomentó la secretaria cordialmente.
-¿Así de fácil? ¿Dónde firmo?. Respondí rápidamente.
-Acá y acá, en los dos. Uno queda para vos y otro para nosotros.
-¿Y eso es todo? ¿Ya quedé fuera del sistema?.
-No, a partir de la fecha que dice el papel.
-Ah, bueno. Nos vemos. Gracias.
Unas horas después me llegaba un mail de una mujer que no sé quién es. El correo decía lo siguiente:
(sin asunto) "alo... a ver si me podes ayudar... como seria no ser funcional al sistema... quiero intentar esa practica..y generalmente no pido ayuda pero me pinta .. y acá toy. abrazo."
Obviamente respondí con el discursito armado que no dice mucho pero que ayuda o confunde la mayoría de las veces. Ahora, al recordar el diálogo que tuve con aquella secretaria con la que nunca me había relacionado en mi vida, entiendo que una mejor respuesta hubiera sido: firmá y te dan la baja del sistema.
Mientras tanto estoy armando varios curriculums para enviar a donde sea.
He aquí varias secretarias que me ven partir y caminar por la calle.
De las agujas del reloj que hace que las horas pasen
Sin temerle al tiempo
Por eso la noche transcurre eterna
Eso es lo que sé
Vivo con una obsesión sana. Ésta es que me roban la lapicera azul en el trabajo…
Argumento que ya llevo, al menos, un sueldo en lo que va del año gastado en lapiceras azules que desaparecen sin esclarecimiento alguno del escritorio en el que paso mirando las agujas del reloj. Malditas agujas que no le tienen miedo al tiempo que pasa sin respeto al sueño ajeno. Horas, segundos, minutos, eternos, fugaces.
Culpo inconscientemente a mis compañeros de labor. Pero ellos no son. Sé que oscuras y tenebrosas fuerzas roban las herramientas de trabajo al obrero, explotando de diversas formas al ser humano. Tal vez, por esos caminos de estas fuerzas tétricas que acechan al trabajador, quizás por esa senda, esté la respuesta al misterio superfluo de la falta de lapiceras azules que utilizo para rellenar casillas, formularios, planillas infinitas. Administración mecánica de tinta azul en hojas ajenas.
¡Esfuerzo burdo o absurdo que me lleva las horas, los minutos, los segundos y yo ahí! Mirando como el reloj se lleva mi vida encerrado, sentado, cansado, agobiado, aburrido, adormecido, casi atado, maniatado, amordazado, censurado, maltratado, injustificadamente, en una silla.
Y las horas siguen, y los minutos también continúan, y los segundos nunca se detienen y las asquerosas e inútiles lapiceras azules quieren que me vuelva completamente loco. Ellos también lo desean…
También, observo por la ventana, a través del cristal, del vidrio sucio, por detrás de la reja, de mi pequeña cárcel con horarios de entrada y salida diarias. Miro, más allá de la división que me separa de la calle. Vuelvo a mirar el reloj de 10 pesos, color verde extremadamente producido por el capital. No se cae, sigue fijo, idiotamente fijo y clavado en la pared. He tomado una decisión, pero alguien me toca el hombro y dice:
Se me tiene que ocurrir algo, así, rápido, de manera espontánea. Sin estructuras prevalecientes ni dictaduras sociales.
Pero no, me encuentro sometido, y no lo digo sólo porque vi hace unos días de la servidumbre moderna, esto va más allá.
Mucho más allá. Tan lejos que las fronteras de la burguesía no sirven. Ni las nociones capitalistas de la cultura comprenden. Ni siquiera los pseudo comunistas que asumen el poder como revolucionario. Nada entienden. Incluso yo no lo entiendo por completo.
Pretendo correr, libremente...saltar...y volver a correr....libremente de nuevo, también bailar desnudos de nuevo, pero ayer no pude hacerlo. No sé muy bien qué pasó. Tal vez el trabajo sometido a una remuneración y horarios escalvizantes sean la respuesta. O tal vez la falta de estado físico. Todo producto de algo...esquizofrénicamente adaptado al día a día. A la rutina diaria, en otras palabras.
De todos modos nada salió espontáneo el día de ayer, ni el de hoy. Fue todo perfectamente esquematizado por seres externos, reales.
No me queda otra para poder comer que trabajar. Y para escribir todos sabemos que tenemos que estar bien alimentados y bebidos, como mínimo.
Quizás es mejor ver todo en blanco y negro, al menos en algunos momentos.
Me levanté alrededor de las 14 hs y lo primero que hice fue prender un pucho y tomar un poco de cerveza tibia, y comer una porción de pizza que dejé a la noche o a la madrugada, esa parte no la recuerdo muy bien. Luego, arranqué el auto y me fui. Tomé por la ruta nacional 22 y paré a cargar ultradiesel, compré más cigarrillos, tomé la ruta de nuevo.
Decidí trabajar durante todo el día, armar armarios, dar vuelta la tierra en el patio del fondo, pero no a la derecha, lavar un auto que no es mío, montar camas y así durante toda la tarde. La música estropeaba el cansancio que iba obteniendo como retribución a mi iniciativa un tanto estúpida. Iba a preparar unos mates, pero tenía sed. Compré una cerveza y seguí con la pala y el rastrillo. El sol ya se había ocultado y el clima estaba ideal para seguir con la cerveza.
Definitivamente me cansé, arranqué el auto y fui en busca de una cerveza más, me arrebaté una Coca Cola pensando en un poco de fernet que quedaba en el departamento. No es mi bebida favorita. De todos modos tengo un buen vino que robamos con una chica en una cena cualquiera y en cualquier lugar. Eso si lo recuerdo pero no viene al caso.
Volví al departamento pensando en que tenía ganas de escribir, esto es un precalentamiento, ya puse a sonar a nuestro amigo Bird o más conocido como Charlie Parker y desconocidamente como Charles Christopher Parker Jr. También me preparé un fernet y metí la cerveza al freezer, pero estoy mirando ese vino.
Ahora me voy a poner a escribir como se debe o como debería. No creo que suene el teléfono esta noche.
Sobre la educación pública actual y otras verduras.
La precarización laboral es tan dispersa, compleja y contundente que te lima la bocha o lo que carajo entendamos por te lima la bocha. Resulta que entre todos los trabajadores carroñeros, es decir, aquellos que estamos en condiciones laborales no estables y en cierto modo precarias, existe un reducto de buitres, chimangos y otro tipo de extrañezas rastreras en pos de buscar el alimento diario dentro del ámbito educativo y también en otros tantos sectores laborales. No vayan a levantar el grito las y los rastreros titulares o interinos (fucking inestables). Ni tampoco sindicalistas rompe huelgas, oficialistas, ni educadores freireanos de medio pelo. Ni siquiera alcen la voz los que no saben de qué estoy hablando. Mejor dicho alcen la voz los que no saben de qué estoy hablando porque esto va para ustedes, infieles lectores. Si alguien se inscribió en el Consejo Provincial de Educación de la Provincia (CPE) de Neuquén, luego de haber realizado ese paso un tanto burocrático, seguramente alguna vez en su vida habrá ido a una asamblea presencial para “agarrar” (como para que no se nos escape) algunas horas cátedras o algún cargo; también están los que han ido para ostentar un exuberante puntaje y dejar atrás las ilusiones de los que la vamos de “yo me la banco pero mi puntaje no”; o simplemente fueron a ver qué onda. Me estoy refiriendo específicamente al caso de Rama Media, es decir, nivel secundario de la educación pública. Aunque demos por sentado que en los otros niveles educativos debe suceder prácticamente lo mismo.
En fin, existe una escala jerárquicamente precisa: titulares, docentes, habilitantes, supletorios e idóneos. En ese orden podemos elegir las horas o cargos los que vamos a las asambleas. ¡Idóneos! ¡Ja! Hermosa palabra bastardeada y convertida en el último orejón del tarro, como diría tu abuela. Dentro de ese contexto suele existir cierta tensión, presión referida más que nada a los centésimos de puntos por los que nos pueden ganar (o no) un asqueroso (cariñosamente hablando) puesto laboral, una sensación de incertidumbre para los más nuevos y casi nada de confianza para los que somos un tanto más jóvenes, sin incluir a aquellos (que son dos o tres) de un listado de una materia que sale cada medio siglo. La subasta propiamente dicha es así, tiene la adrenalina de decir…de decir: “si! te gané! la concha de la lora!”. Como si la persona que nos tiene al lado hubiera sacado el quini 6 o algo por el estilo. Y eso es lo que nos falta: estilo. Pero eso es otro tema. Las reglas del juego son esas, a ellas que nos someten y nos sometemos aceptándolas. Si tenemos que comer, pagar el alquiler, vestirnos y esas cosas que nos pinta hacer a los que intentamos trabajar por dentro o fuera de este podrido sistema, como que no nos queda otra que vivir esos momentos exaltantes.
Mientras se nos escapa el tiempo y la vida habituando estos lugares, nos hacemos conocidos, vamos “conociendo caras”, intercambiando palabras con los asiduos paisanos de estos eventos. Y a veces escuchamos declaraciones como “pobre, a esa mujer es la cuarta vez que le gano las horas”. Entretanto, la vida sigue, por ahí, cerca de las calles, por los márgenes de nuestros ideales. Pateándola, revolviendo el tacho de basura tal vez, esperando las sobras que quedan cuando la mayoría de las personas se van a dormir. Tratando de movernos un poquito para darnos cuenta de la cadena que nos ata.
Recuerdo las tardes de lujuria, las noches también, los amaneceres y las mañanas; no lo he olvidado. No he olvidado nada y mantengo viva la memoria de los excesos. Y todavía sostengo una copa de vino para brindar por lo que vendrá. Y mantengo una cerveza helada en la heladera para el ahora. Los deseos concretados, los aromas percibidos, las sustancias consumidas, probadas, olfateadas, aspiradas, inhaladas, la juventud eterna y la vejez experimentadas. Las palabras escupidas por todo lo que fue, lo que es, lo que será. Recorriendo cada centímetro de una calle, de una ruta, de un cuerpo desnudo. Como si fuera un cuerpo desnudo, como si cada centímetro de esa calle, esa ruta, me precipitaran a un orgasmo cualquiera, en el medio de la nada, en una barda, en el desierto, cerca del mar o en una montaña o en ese bosque en el que siempre que volvía me sentaba a cagar entre pinos, árboles gigantes, araucarias milenarias y no sé qué otro tipo de vegetación eterna. Pero las palabras son eso, nada más que una descripción de una sensación, deseo, experiencia. Me quedo con la experiencia. Y con el deseo. Y con la sensación. Y con eyacular todas las letras en estas y otras palabras imprecisas, difusas, vagas, crotas, callejeras, linyeras. Porque las palabras tienen que crotar o como carajo se diga o se escriba. De todos modos no voy ni van a leerme los catedráticos ni lingüistas. Reminiscencias de lugares lejanos en el tiempo…no tanto, pero queda bien decirlo así. Esto venía bien, pero se fue desmarañando un sinsentido absolutista. Retomando: reminiscencias de lujares lejanos hace un tiempo, paradojas pasadas, paralelismos distantes. Tomando: para que el futuro sea una reminiscente nostalgia de locuras y excesos (nuevamente), como ayer y hoy y mañana. En este momento escucho las voces de la lujuria, los gemidos del placer, las grabaciones que hacía con un grabador de periodista que nunca supe dónde quedaron aquellos cassettes con incoherentes pensamientos, y aún no sé porqué no terminé enredado en las redacciones de diarios de medio pelo, tal vez por eso mismo, quizá porque siempre amé la libertad o porque ella apareció en mi vida o la observé llorando en una pared…si todo hubiera sido distinto, sería más triste esta situación o menos alegre o más divertida que antes. O la misma mierda. Pero sin escribirla de esta asquerosa manera.
Otro día más. Luego de un viaje no tan agotador por la ruta nacional 26, hasta el empalme con la 64 y de ahí por la doscientos y pico de una provincial hasta un pueblo o ciudad donde las moscas se asoman por las ventanas para ver el menú del día. Aquel medio día el plato principal no era el optimismo diario al que trato de someterme, nada que ver, todo lo contrario. Era una mezcla de repugnancia ajena traducida en caras alargadas, en sonrisas grises, en miradas esquivas, en soledades compartidas, en autismos propios de posiciones lejanísimas.
-Pero lo que importa no es tanto el menú-dijo Sopen.
-Sólo pretendo tomar una cerveza bien fresca y no me interesan las palabras superfluas de filósofos baratos- arremetió en esa mañana soleada Hela.
-De todos modos la mierda atrae a las moscas en cualquier lugar. Si tan solo te detuvieras un poco a pensarlo. Esa cerveza no tendría el mismo sabor.
-La verdad que estoy cansada de estúpidos bufones que me quieran sólo coger o utilizarme por un tiempo. Y también estoy cansada de hacer eso yo misma, conmigo, con ustedes, con quien sea.
La tarde se acercaba, el sol se alejaba y la espuma del mar ya no se veía tan blanca como a las 12 a.m. La cerveza se transformó en vino tinto y los cigarrillos siguieron en los ceniceros, apagados, encendidos. Pero a la mesa se sumaba un cóctel de drogas un poco más fuerte que las de costumbre.
-Lo que a mí en verdad me interesa no es que las personas estén bien, es decir…no me importa tanto el bienestar que nos venden por la televisión, las publicidades en las calles o lo que sea, me refiero a que estaríamos mucho mejor, todos, si anduviéramos desnudos y despojados de todo tipo de materiales inservibles.
-No pensé que podías ser tan pelotudo, el hippismo murió hace tiempo y no me calienta para nada si andamos o no desnudos. Viajar, caminar, correr, ir a cualquier lado libremente, sin nada que te ate, sin responsabilidad alguna que te someta a cumplir un horario, a esperar a fin de mes para pagar puntualmente las boletas que llegan a tu casay toda esa mierda a la que nos acostumbramos.
-Bueno, pero vos sos muy extrema. Siempre te vas al carajo. Comentó Sopen mientras Hela se paraba y se dirigía a su habitación con un andar algo complicado por el efecto deseado de las drogas y el alcohol.
Sola, en su habitación, revolvió todos los cajones de un viejo mueble, tiró el colchón, siguió buscando por unos veinte minutos. No sabía bien qué era lo que buscaba, hasta que la vio tirada en un rincón, en un costado de una mesa de luz debajo de una remera rota y mugrienta se asomaba la culata. Tomó el arma, se dirigió hacia el living-comedor-cocina, apunto hacia la ventana y comenzó a disparar. Sopen la miraba un poco distraído. Finalmente Hela acabó.
-Sólo mataste una. Dijo Sopen mientras limpiaba los restos de vidrios sobre la sucia mesada.
Todas las noches
Todas las mañanas
Todas las tardes
Siempre lo mismo
la rutina tediosa
la vida incierta
las sintonías que no están
las melodías que recorren tu sangre
Situaciones perfectas
para el delito cotidiano
para salir a rompernos
para correr por la calle Roca
para alcanzar un bondi de mierda
que nos devuelve a la silla de la que salimos
para ayudar a nuestro Gran Hermano de cada día
Buscando un perfil, una fotografía,
un pensamiento procesado por el ordenador
ya no buscamos a seres humanos
y yo arriba de un árbol
esperando el ocaso
o una víctima a la que escupir
burgues asqueroso
obrero-cordero
el linyera es libre
comienza mi delirio
de escupir a todos
a vos que te gusta publicar la mediocre sonrisa
tu estúpida cara
tu asquerosa religión
tus falsas emociones
tus escondidas desiciones
las de tener sexo con quien sea
la de correr desnudos
la de caminar por el abismo
siempre el abismo
siempre desnudos
remetiendo
escapando
rasgando la careta
de tener que trabajar todos los días
de tener que cumplir con las reglas
que nos impones
que nos culturalizan
que nos dicen qué carajo es lo bueno y lo malo
que te persiguen
que no te dejan dormir
qué me dicen?!
que quiero correr
que aún busco la libertad en cada palabra
que escupo esto que escribo
que recomiendo fumarse un porro o tomarse una birra con amigos
de la vida real
los que siempre están
los que murieron
los que te gritan por la calle
los que te hacen la seña para que escapes de la poli
y odio eterno a los compañeros que laburan de infiltrados
a vos! que la vas de anarco! a vos amiguito de la Federal
a vos esta poesía de mierda
como tu vida
como tus ideas
pero seguiremos peleándola
desde un costado
desde abajo
solidaridad contra la monotonía del día a día!
he dicho
Desde el 28 de julio de 2010, existe un programa radial denominado Perros. El programa es conducido por unos rocker's del altovalle de Río Negro y Neuquén, en realidad somos todos de Neuquén, pero queda mejor decir del altovalle de...
Actualmente estamos emitiendo los miércoles a las 21 hs por la 99.1, Radio Intercultural La Voz del Sur, Neuquén. Perros tiene varias secciones, la mayoría sobre música, también hay literatura, cine y otras expresiones que entendemos forman parte de una cultura distinta a aquellas que las empresas y corporaciones culturales nos proveen cotidianamente. Por lo que creemos hablamos de cultura popular, alternativa, incluso influenciada por el under o lo que carajo entiendan y signifique eso.
Si bien este proyecto forma parte de uno que es global y mucho más amplio, hoy es uno de nuestros escupitajos más certeros contra el sistema en el que hemos crecido. Los que hacemos el programa creemos que entre todos podemos aprender, avanzar y superarnos en cada iniciativa. Por eso en cada emisión aprendemos algo más sobre la radio y toda la mística que la rodea, alejados de los parámetros comerciales, claro está.
Lamentablemente y por razones técnicas no podemos emitir por internet y ni siquiera subir los programas a la red. Pero esperamos hacerlo en algún momento. Estamos solamente en el aire, con los pies en la tierra.
Por ahora nada más al respecto.
Todavía No Caigo
Para no caer en un abismo, para seguir subiendo.
Todavía no caer para no quedarse a mitad de camino.
Es difícil describir ciudades en movimiento. Este no es el caso.
Caminar por la Avenida Argentina hacia el bajo y enterarte que te cobran una entrada algo cara.
Breve diálogo y frustación inmediata, pensé que la entrada era gratis.
Yo: Hola, cuánto sale.
Chica que cobra entrada: 20 pesos
Yo: ¿Cuándo empieza?
Chica que cobra entrada: ya, en 1 minuto.
Yo: Bueno, ahora vuelvo.
Fui hasta el kiosco y compré unos Philip Box y retomé el camino por la Avenida, pero esta vez hacia el alto. Pablo me esperaba en el puesto de la distribuidora y editorial Kuruf.
Estuvimos charlando, incluso luego de levantar el puesto, me acercó hasta mi departamento (alquilado obviamente).
La idea fue esa, salir del encierro, socializar. Mirar, observar. Leer las caras distraidas o los autos tuneados, los skaters, los biker's, las chicas que se quieren parecer a Lila Down, los caretas y las caretas, la familia, los católicos, el policía asqueroso, los artesanos, los que se hacen los anarcos y son buchones de la federal, las chicas lindas, los chicos tuneados como los autos, las abogadas progres que nunca te imaginarías que fueran abogadas, los chicos de la calle.
Correr desnudo por la Avenida aún sigue siendo ilegal.
Cuando sea grande no escribiré tus versos, ni tus asquerosas palabras
Cuando sea grande no tendrá sentido la vida que lleva un anciano
Cuando sea grande no serviré para nada
Ser un viejo arrugado es asquerosamente innecesario
Mirar por la ventana correr los niños es un asco
Observar en la TV el noticiero
Caminar sin apuro
Recordar la juventud eterna
Mirar a las jovencitas sin poder hacer nada
Una espera odiosa, lenta
Esperar el fin es eternamente repugnante
Ser un viejo arrugado es asquerosamente innecesario
Cuando sea grande miraré al infierno
Cuando muera joven seré feliz
Porque no arrastraré los pies
Porque no tomaré los remedios
Porque la juventud debe ser eterna
Distante y cordial, vida nueva
Escena fugaz
Mirada sensual,
sonrisa virtual.
"Sentidos, emociones...mmm...no hay palabras eternas", dice Hela.
Busca liberar(se), la libertad es feliz.
Ella tiene frases ocultas, desesperadas, con excesos, angustias, pasiones oscuras, deseos moralmente no aceptados por las jerárquicas eclesiásticas.
Frases sueltas, diálogos inventados en una habitación de un hotel cualquiera al costado de cualquier ruta de la provincia.
Hela se imagina perversa frente al espejo del techo, grita desesperada y su deseo nuevamente se desvanece en la cama sucia de un cuarto utilizado por amantes fugaces.
Loca y descarada se enfurece con los hombres y las mujeres que la usan, su feminismo no se arrodilla ante las feministas de su entorno. Sabe que nadie tiene la verdad absoluta.
Ella se siente libre y escribe con su lápiz labial en el espejo de un baño sucio: "tengo que leerme". Seguidamente se arrodilla, aspira una línea de merca y sale a la calle. Espera un subte que no existe y no recuerda bien qué es lo que pretendía hacer.
El viento frío seduce su cara pálida y hace que su sonrisa se congele eternamente.
A las 9 en punto de la mañana sonó el despertador a través de su celular. Se vistió y corrió las cortinas para ver cómo había amanecido. Era un día bastante despejado, no hacía demasiado frío y el sol mostraba sus rayos radiantes. Fue hasta la despensa del barrio y pidió medio kilo de pan, estaba cerca de llegar el fin del mes y no podía darse el placer de unas medialunas. Volvió hasta el departamento en el que alquila, puso el agua para los mates y fue hasta el dormitorio a despertar a su pareja. Encendió la TV y comenzó a cebar el primero. El tiempo pasaba y los mates también. A cada segundo las sensaciones aumentaban. Ambos se irritaban de a poco. Una secuencia sintetizada podría ser la siguiente: ilusión, gloria, agonía, sufrimiento, dolor, tristeza, desilusión, todo en ese orden. Una mesa rota de tanto golpearla. La garganta destruida de tantos gritos. Entra, entra, entra… y nunca entraba, es más, nunca entró. Ya todo estaba dicho, escrito, determinado. El sonido final sentenció una frustrada mañana, la peor luego de 19 días. Las lágrimas contenidas. Salió a la calle con la cara agonizante, la verdadera cara de un sufrido. El cielo ya estaba gris, evidentemente se había nublado. Caminó sin sentido. Pensó qué pasó, qué hicieron mal. Caminó un par de cuadras y fue a almorzar con sus familiares. Argentina quedó afuera de Mundial 2010 y él, en una cancha de tierra, tenía un partido de fútbol un par de horas más tarde.
Sin quererlo, sin darme cuenta, me he vuelto un adicto al fútbol. Sé que suena raro. Mucho más de una persona que no se emocionaba demasiado al observar a 22 personas muy bien pagas corriendo detrás de un balón. Pero la verdad es que me encariñé tanto con este deporte que necesito ver un partido urgente, no análisis de jugadas o repeticiones de goles ¡necesito fútbol en vivo y en directo! Necesito las odiosas pero adictivas vuvuzelas en vivo. Ya no quiero ver las entrevistas a los jugadores de la selección, las polémicas de los alemanes, los entrenamientos, nada de eso. Quiero fútbol y además ver la cara cuadro por cuadro de cualquier jugador, tan pero tan en cámara lenta como si estuvieran siendo atravesados por un hacha a la altura de la cintura, al mejor estilo de una película de terror. Esas cámaras de los sudafricanos son de lujo, pero si me hicieran lo que hacen reaccionaría como Heinzei. Han sido 19 días sin interrupciones en los que cada partido se transformó en una necesidad primaria para mí ser, tan vital como el aire. Creo que es por ello que en estos días sin fútbol las horas laborales se me han hecho interminables. La rutina volvió, la gente retomó su trabajo, el estudio y los quehaceres cotidianos. El viernes comenzaron los cuartos de final pero resulta que después de ello nuevamente estaremos un par de días más esperando las semifinales y creo que eso me va a jugar en contra. Porque voy a estar nuevamente en ese fastidioso estado de abstinencia. Como cuando uno deja de fumar porque esta enfermo o cuando no se puede comer un buen asado con vino por razones hepáticas. Espero ser claro, mi entusiasmo es tal que ya esta por las nubes. Hasta me animo a afirmar que ahora entiendo a todos los que elevan al Diego al estado de D10S. Y al comprender y poseer ese sentimiento la vida me sonríe, soy feliz junto a cada maradoniano. Es muy probable que cuando lean esta columna ya estemos en semifinales y a un pasito de ser campeones. Pero sino es así el efecto será catastrófico. Todo el territorio argentino estará de luto, triste, volviendo a la realidad más cruel. Y a eso hay que sumarle que la promesa de Luli ya no será válida. Por eso ahora también le pongo un par de fichas a Paraguay y su paraguaya Larissa Riquelme. Como para que la copa esté cerca vio.
Nota: columna publicada en el suplemento DXT 10 Suplemento Mundial 2010, en El Diario de la República, San Luis, Argentina. (posiblemente)
Mi pecho se emocionó y pasó de un estado totalmente frío a uno medianamente cálido. Me dí cuenta de que lo mejor es ver los partidos en masa. No me mal interpreten, no me refiero a biscochos de grasa, tortitas o masas finas, aunque la idea de tomarse unos mates con esas exquisiteces no es una mala idea. Me refiero a una masa diferente pero igual de homogénea. Aglomeramiento, multitud, muchedumbre, como quieran llamarle. Lo mejor es ver el partido entre muchos, en un bar o café, en una escuela, en un cine, en una plaza, si hay pantalla gigante mucho mejor. Nos contagiamos, puteamos, nos emocionamos, saltamos y gritamos: que grande el loco! San Martín Palermo, convirtiendo el gol del pueblo. Sin embargo, hay algo que la masa popular, ese pueblo súper feliz y sin problemas, puede hacer sin darse cuenta: olvidar. Lo peor es olvidarnos del pasado. Eso lo aprendí…ehh, no lo recuerdo en este preciso momento pero de lo que no me olvido es que nuestro felicitado Loco fue el que en la Copa América 1999 marcó un record en los Guiness: errar tres penales en el mismo partido ante Colombia. ¡Ja! No esbozaré ningún tipo de teoría al respecto, sino más bien alertarles que si perdemos contra México nos vamos a acordar, y lo vuelvo a decir, del ¡6 a 1 con Bolivia! Imperdonable. Y también nos vamos a dar cuenta de que el azúcar subió hasta el cielo entre otros tantos comestibles, de la nafta ni hablar. Vaya anotando precios Sr. Maradoniano. Leí en elconjuro.blogspot.com, un blog que sigo desde hace tiempo, que “el sueño está en marcha, hay que abstraerse de los problemas importantes, dejémonos llevar por la necesidad de ganar una Copa del Mundo”. ¡Si hasta mi vieja, la menos maradoneana de la tierra, ahora le tiene fe al Diego! ¿Qué más podemos esperar? Y creo que a esta altura, la verdad es que tenemos que salir campeones y olvidarnos de todo. Incluso hasta los K están con su plan de “buena onda” durante el mes del mundial. Todos festejamos, algo parecido como sucedió con los festejos del bicentenario. Si le ganamos a los que se criaron viendo el Chavo del 8, tenemos unos días más de felicidad y alegría. Néstor seguirá recorriendo el país haciendo campaña mientras nosotros miramos los partidos y nos hacemos los Directores Técnicos. Es indudable de que si levantamos la copa el slogan kirchnerista rezará: "Última parada, la demagogia". Pero si nos quedamos a mitad de camino el pecho frío no será sólo el mío.
Nota: columna publicada en el suplemento DXT 10 Suplemento Mundial 2010, en El Diario de la República, San Luis, Argentina.
Desde aquí mi solidaridad con Don Antimundial. Supongo que no se esperaban esto. Sinceramente, no estoy de acuerdo con todo lo que escribe “el patadura o amargado” como algunos lo llaman. Por momentos me da un poquito de lástima que se ataque la voz de aquel insignificante porcentaje de argentinos no adictos al fútbol. Deportistas frustrados o no, les guste el balónpie o no, la pelota se mueve durante un mes y ¡sin parar! Todo, absolutamente cualquier aspecto de nuestras vidas, se tiene que relacionar indeclinablemente con el fuchibol. Y lo digo por experiencia. Resulta que en estos días me agarré una gripe terrible que me dejo en cama, tirado, agonizando, con mi pecho frío. Pensé: ¿será la peste emocional de la que nos habló el Antimundial? ¿O acaso es el efecto de la tan desafinada presentación, el día antes de la inauguración, de Los Black Eyed Peas? No. Era solo gripe. Lo que más me sorprendió es que mis compañeros de trabajo se comunicaron conmigo no para preguntarme si mi salud mejoraba o si no era ningún virus extraño el que me poseía. Nada de eso. Pueden creer que me mandaban mensajes de texto para preguntarme cómo iban los resultados de cada partido. Ni siquiera de los más importantes, ¡de todos los encuentros del día! Cada 15 minutos me llegaban sms con: “¿y?...cómo van”, “¿siguen 0 a 0?”, “¿quién metió el gol?”, y un interminable etc. Como podrán imaginar me quedé sin crédito. Siempre hay algo bueno y malo en esta vida. En esta ocasión, lo bueno fue que pude ver todos los partidos. Lo malo es que comencé a odiar en cada segundo que transcurría, cada vez más, a las tan fastidiosas y hoy famosas ¡vuvuzelas! Sí, esas trompetas alargadas que imitan al barritar de un elefante o al zumbido de una abeja, me tienen loco y re podrido. Y creo que en esto estamos todos de acuerdo y acá no hay fanático que aguante. Me podrán decir que no es para tanto y que ya me tendría que haber acostumbrado. Pero no. Incluso existen explicaciones científicas al respecto, que la frecuencia en hercios que producen, que los decibeles y otras tantas especificaciones más. Igual, no las tolero. Pero el colmo fue que en el día inaugural los sudafricanos hicieron una competencia de vuvuzelas ¡increíble! Y encima ahora la mayoría de los chicos, y no tan chicos, tienen o quieren una. Esta si que es una peste mundialista, así que Don Antimundial hoy mi apoyo incondicional para usted.
Nota: columna publicada en el suplemento DXT 10 Suplemento Mundial 2010, en El Diario de la República, San Luis, Argentina.
No soy un tipo duro ni rudo, tengo sentimientos y también tengo memoria: 6 a 1 con Bolivia, que vergüenza! Pero ahora somos todos felices y hasta me están convenciendo e ilusionando con que tenemos un equipo de fútbol. Ganamos el primer partido y todo el mundo lo sabe. Los análisis, estadísticas y datos de todo tipo desbordan las páginas de los matutinos y los programas de la TV y de la radio. Sin embargo, hay algo que no me cierra, según muchos periodistas era el peor. Si, Gabriel Heinze, el mismo del gol en contra ante Paraguay nos dio la victoria. Ya me genera cierta desconfianza que un gringo nos este brindando tranquilidad. La única certeza es que jugamos bien, modestamente, con lo justo y necesario. Pero hay algo que no me termina de cerrar, ¿tendrá algo que ver la euforia mundialista con lo que está haciendo Marcelito Tinelli? Ya lo dije anteriormente, que no queden dudas, durante el mundial las posibilidades de lo que suceda son impredecibles. Y eso va en todos los sentidos. ¿Quién iba a pensar que nuestro queridísimo “cabezón” se convierta al kirchnerismo? Ahora resulta que él los votó y los volvería a votar, a mi también me están dando ganas de botarlos a todos! Y eso, por ahora, está pasando de manera muy discreta y no como las declaraciones, hace ya algunas semanas, de Luciana Salazar gritando a los cuatro vientos que si salimos campeones se pone en pelotas, literalmente, en el obelisco. O sea, la señorita se desnuda completamente. Luli lo dijo siguiendo la promesa del gran y, ahora, trajeado DT de la selección, y usted ¿a quién preferiría ver en el obelisco si salimos campeones? Espero que esas promesas post-tricampeonato no tengan ningún tipo de incidencia en las mentes de nuestros jugadores, porque creo que no nos conviene que se imaginen al 10 dando la vuelta al obelisco. En relación con estos compromisos, me acaba de llegar, al momento de finalizar esta columna, información altamente clasificada. A través de ella podemos confirmar lo siguiente: 9 de cada 10 varones-argentinos creen que la selección esta obligada a salir primera el 11 de julio, para ir a festejar al obelisco, pero preferentemente para ver a la Salazar. El argentino restante esta a favor de la unión civil entre personas del mismo sexo. Ampliaremos.
Nota: columna publicada en el suplemento DXT 10 Suplemento Mundial 2010, en El Diario de la República, San Luis, Argentina.
Hace mucho frío. Las neuronas se me congelan cuando camino por las calles de esta ciudad y la verdad es que no da para hacer un picadito en la Patagonia, tal vez sí en una cancha cerrada o con una play, al menos al aire libre no. Pero lo que quería contarles no es el estado del tiempo sino otro tipo de pronóstico, durante este mundial y aún después, puede pasar cualquier cosa! Entre ellas la que seguro nos hará feliz a muchos es que no sólo faltan pocas horas para la esperada inauguración sino que, y esto es lo más importante, a partir del viernes nos vamos a poder relajar y dejar de ver por todos los medios del país la figura de Ricardito Fort. Y eso, a esta altura, debería alegrarnos bastante. Por lo que debemos interpretar esta predicción como esperanzadora. Cambiamos una estrella por 23 estrellados, perdón quise decir excelentes futbolistas que esperemos se acuerden de jugar en equipo y que no tengan en cuentan ningún tipo de estadística y menos las del Indek. Otra premonición es que el ganador no será sólo un equipo de fútbol. Esta claro que los intereses económicos y políticos que movilizan a la pelota mundialista pueden dejar a más de uno con la boca bien abierta, de la misma manera en que quedaron los que escucharon a la Presidenta CFK afirmar que la carne de cerdo es un buen estimulante sexual, afrodisíaco técnicamente, o tal vez a su par boliviano comentando que las hormonas que se introducen en los pollos que consumimos nos hacen más proclives a la homosexualidad. Espero que en Sudáfrica los 23 del 10 no coman ni pollo ni cerdo porque sino estarían descontrolados, desconcertados y atolondrados persiguiendo el balón. Y ahora sí, los principales ganadores por el momento son los grandes vendedores de electrodomésticos que con sus superofertas de 600 cuotas sin intereses nos permiten adquirir un LCD de hasta 70 pulgadas para no saber en qué lugar de nuestros modestos hogares colocarlo. Eso sí, los que los obtengan podrán observar a los jugadores en su tamaño casi real, pero también se acordarán de la adquisición cuando estén pagando la última cuota ya con la apertura del mundial de Brasil 2014. Queda claro que hoy, el fútbolno es sólo fútbol, sino preguntémosle a la kirchnerista Hinchada Argentinos Unidos.
Nota: columna publicada en el suplemento DXT 10 Suplemento Mundial 2010, en El Diario de la República, San Luis, Argentina.
(Este es otro adelanto del adelanto del que hablé un par de semanas atrás...por lo que es otro borrador)
Dale escribí, esa fue la premisa, la idea base de donde salimos. De ahí también que lo de la primera persona y sin personajes o actores concretos en las primeras páginas sea un poco molesto para algunos. Y también de ahí lo de inútil, porque siempre genera algún tipo de reacción o manifestación concreta cuando alguien te dice inútil. A mí lo único que me sale es decir, andate a la mierda, entre otras cosas. Pero lo de inútil es como un gancho publicitario, merchandising de manual. Es estar en la cresta de la ola, es lo cool. Es lo que salva a este escrito. Es la reivindicación espontánea, es escuchar Alabama Song o Soul Kitchen de Morrison, junto a una chica en un bar perdido en la ciudad de Neuquén, tomados de las manos, bastante ebrios y prometiéndonos amor eterno. Eso es poesía, la del barrio, la de la esquina, la de la cerveza o la del vino en caja.
Cantando, corriendo, llorando, riendo. Todas las emociones juntas y dispersas durante todo este tiempo. Desde aquella vez en que aprendí a hacer malabares con unas piedras junto a unos pibes de San Luis que andaban por el barrio Melipal. No recuerdo bien si estaba de vacaciones o si aún vivía en aquel lugar, lo importante es que durante las noches de ese verano aprendí a jugar de otra manera, desde otro punto de vista. Ahora recuerdo, eran vacaciones. Ese nuevo juego me llevó a ver las cosas bajo una percepción menos materialista de la que nos acostumbran nuestras familias. Volví a San Juan y me metí de lleno a las calles y no significa que no las conociera sino que las interpreté desde el mismo asfalto, conociendo gente, escupiendo fuego, recibiendo monedas, tucas, frutas, caramelos, cigarrillos, remeras y todo aquello que la gente que se copaba te quería dar, incluso algún que otro billete. Que alegría cuando veía a un Belgrano asomarse por una ventanilla, obviamente que no era del todo común pero alcanzaba para tirarse en la esquina a esperar, descansar, ver cómo la gente circula, mirar a las chicas y a los chicos caminar, ver las miradas opacas de la ciudad, la mirada perdida, la famosa mirada perdida. Encontré en las calles esa otra cultura que venía mamando desde las marchas estudiantiles o los cortes de ruta desde la adolescencia, pero ahora era distinto, hasta pensé que hacía arte con las clavas, los aros, las antorchas. Conocí al punguista, a la prostituta, a los que estaban de paso, a los vendedores ambulantes, a la fucking policía que ya la conocía como fucking policía, a los políticos, a los transas, a los dialers. Pero también volví a reconocer a la gente que creía que conocía. La calle, desde esa forma de vida, se convirtió en un nuevo método experimental, el día a día, el hoy y no enroscándome con el mañana eterno, con el futuro incierto. Fue una elección, ya lo venía pensando, no depender de nadie, esto es: no tener un patrón. Duró lo que tenía que durar pero fue un tiempo en el que la vida era la vida misma, en el que los fanzines circulaban por donde me movía. Sea como sea, todo lo que iba sucediendo, tenía la certeza de buscar la felicidad, la libertad. Libre y feliz, a mi modo pero al fin intentándolo.
A veces recuerdo que tengo un blog, que no sé bien para qué lo había creado. La idea principal: para compartir esas poesías (o escritos varios) que nunca comparto, pero también para no dejar de lado la práctica de la escritura.
Mientras leía Sí de Thomas Bernhard, recordé que aún estoy esperando que Gustavo me lea su poema titulado: "Acá todas las chicas quieren ser como Lila Downs".
Ahora, Pocas Palabras:
Pocas palabras,
cuando tenía que hacerlo
no lo hice.
Cuando corrí, no debí hacerlo
cuando las velas ardían
me consumí
me volví fotógrafo
cuando salté
me fui corriendo de a poco
las migajas de la vida
de un destino que
no es turístico...
y de esa forma, de esa asquerosa manera
me quedé colgado mirando una foto del sol...
y nunca lo pude ver definitivamente.
Maldita posmodernidad: la FORA marchando con los estatales, unos Raiban´s en una radio cualquiera, Alaska no debe quedar tan lejos.
"Amigo, esto es un asalto", arrancá dije...y corrí hacia una esquina iluminada que nada tiene que ver con el Siglo XVIII. Una ilusión para seguir con vida entre calles que corrompen, que enseñan, que duermen por las noches cuando vuelvo de tomar algunas cervezas con amigos.
....unos días antes:
-Él: ¿El domingo te animás a leer poesía?
-Yo: cómo no.
En este momento me encuentro buscando una camisa a cuadros, el fijador y una cuchilla. Mientras tanto voy practicando:
Viajar en la empresa Ko-Ko, de Neuquén a Roca y viceversa (y creo que a cualquier lugar también) es una experiencia surrealista pero basada en los aromas más concretos del no lavado de cortinas, butacas, ni nada.... Verdaderamente es una cagada de las más grandes...es una gran denigración de los placeres más ocultos de los estudiantes y trabajadores de la zona....Ko-Ko junto a Indalo, que se tomen el palo!
El maldito sonido de sus pies arrastrándose Me irrita de forma descomunal No aguanto más ese asqueroso sonido No aguanto más su tartamudeo No aguanto más el dolor que me provoca
Ya fue y se sentó a tomar su droga La más preciada, la más codiciada: La televisión. Se sienta horas y horas Se ríe o llora Se preocupa por los comentarios de Legrand Aplaude las palabras superfluas de Tinelli Y cada trivialidad proyectada En cualquier canal A cualquier hora
¿Tendrá sentido vivir a esa edad? Bukowski sabría la respuesta
Espero no tener problemas con los editores, de todas formas todavianocaigo se rebela de manera eterna. Lo escribo y publico donde quiero. He dicho.
Estaba pensando en el cansancio en la desidia laboral en la discordia mental en una botella de alcohol.
Estaba tratando de dejar de mirarme al espejo, por las mañanas, antes de comenzar la jornada laboral. Me descuido fácilmente, porque no encuentro la distancia acorde entre la asquerosa saciedad. Agotado, de todo y de todos, decido retraerme al interior de un vaso sin destino concreto. Me doy la vuelta entre las sábanas sucias, entre las calles de tierra que pasan al lado de la barda. Corro y quiero matar a un policía, tengo claro quién es el enemigo.-
Uno viejo, de hace un par de años...no lo recuerdo muy bien, pero dice así:
Víctimas de rituales conexos, tradiciones que mutan en desiertos, en suspiros y agonías.
Sudores que transportan la energía del día que vendrá, que pasó.
Vínculos de trastiendas convenidas por miradas... sabor, sudor, presas del instinto que nos guía.
Por destinos y sendas cruzadas, dispares sin un fin preciso
La libertad, la plenitud, el placer, reciprocidad constante en el camino del fuego que escapa escapa a todo y nada prejuicios infieles, pudor impúdico que me transporta a la cima de toda, pero toda, mi locura.
Un buen momento para la escritura es el desvelo. Si, justo eso. Levantarse de la cama, buscar el slip, el pantalón y sólo deslizar los pies hasta fuera de la habitación. Pienso que tal vez si me hubiera quedado acostado estaría durmiendo pero no tendría el placer de estar escribiendo esto y quizá la pérdida de tiempo entre pensar antes de dormir es la inquietud que me llevó hasta este preciado momento. Lo ideal, luego de dar ese paso, es preparar algo para beber: mate, Gancia, descorchar una botella de vino, una cerveza o lo que sea…pero beber y de vez en cuando fumar, también lo que sea. Y todo ello a modo de festín individual, como tiene que ser, placer que desde lo individual deviene en colectivo.
No encuentro el sentido específico de estas palabras, por ahora, pero el camino emprendido desde el párrafo anterior me lleva a deducir que el relato deviene en un artilugio de letras que algo quieren decirme, decirnos. Y eso ya tendría que saberlo el o la que lee. Salvando la obviedad de lo mencionado, me encuentro en la plenitud de la búsqueda hacia el porqué de todo esto y la verdad que no recuerdo mucho de la infancia como para indagar en el tiempo lejano y pasado desde donde se mire.
Un poco de rock and roll para levantar la noche que viene en picada junto a mi mente.
Todo esto a modo de introducción para lo que a continuación no pretende transformarse en un verso coherente desde el punto de vista formal. Esta bien, sé que existen ideas que no tengo que expresar, pero lamento decir que esa no esta en mi naturaleza. De ahí que la libertad se convierta en cada instante en el pedestal en que me apoyo a cada rato. Aunque choque con aquellos seres “queridos”, sean estos por elección o no. Del pensamiento a la acción hay un segundo o menos de decisión, buscando la libertad la acción se vuelve cotidiana. Si tan sólo pudiera recordar en qué asqueroso momento todo comenzó a irse de mis manos podría traer un poco de claridad a todas estas oraciones.
La psicoanalista no logró mucho conmigo. El haber tenido alguna que otra herramienta intelectual no hizo más que llevarme al diván en la segunda sesión. De ahí en más todo era un juego entre mis deseos reprimidos y la plata que tenía y que no sabía bien si gastar en más drogas o en prostitutas. Buceamos un poco en la niñez, un poco de recuerdos de la adolescencia y hasta mis días de estudiante universitario. De todas formas siempre estaba convencido de que los recuerdos, que se suponía ayudarían a la comprensión de mi tendencia pseudo-suicida pero más que nada depresiva, eran el producto de una construcción que se acomodaba a lo que tal vez creía que la psicoanalista debía anotar en sus hojas. Escritos que con buena intención, siempre imaginé los dibujos que la licenciada realizaba mientras yo hablaba como pelotudo mirando al techo o viendo mis pies, serían surrealistas. Recuerdo que mientras desataba la bicicleta amarrada a un cartel cuya leyenda era “prohibido estacionar”, una lágrima se escapo de mis ojos. Ese día decidí ir a visitar a un amigo y fumar un poco de hierba y charlar, charlar largo y tranquilos. Eso fue mejor que un par de meses acostado hablándole a una total desconocida. El dios burgués o de la clase media argentina, llamadle como queráis, ya había dejado de seducirme y mi dinero era invertido en otro tipo de vicios. Ni siquiera la homosexualidad reprimida, aquella a la que a veces libero para que juegue tranquila, logró abrir sus alas en aquel consultorio “médico”.
Sin mirar atrás, corrí, salté un par de acequias, esas que siempre molestan a los ebrios en San Juan y alrededores, y continué corriendo. La idea era escapar, no sé bien de qué o de quién, pero no quería mirarme al espejo que descompone mi certeza más oscura y la ilumina a través de mis ojos como diciéndome: “estoy acá”. Eso siempre me molestó. Incluso me sentía mucho mejor cuando veía a seres surrealistas a los pies de mi cama, de mi lecho. Aquellos días en los que una de las habitaciones de malabaristas era conocida en mi reducido ambiente como la “pieza del colombiano”, del que no creo que hable en ninguna otra oportunidad. Malditas acequias! Perversas acequias sanjuaninas que esperan con los brazos abiertos y que pretenden brindarte el cariño eterno del barro podrido a las 7 a.m. cuando los vecinos aún duermen. Asquerosas acequias que te atraen al mundo bizarro del día a día, acequias que te despabilan y que te dicen: “Ey compa, estás vivo, arriba, mirá hacia arriba”. Y arriba sólo veo las hojas de las moras que me saludan distantes, sobrias, incluso distraídas. Y justo acá recordé lo que decía Pappo, “todas las mañanas son iguales”. Pero no era así, sabía que no era nada igual, ninguna mañana, ninguna noche, ni siquiera una siesta era igual a la otra. Siempre con eso de desestructurar, la antitesis de cualquier arquitecto, ingeniero civil o algo similar. La idea era innovar, descubrir, probar lo distinto; hacer lo que la sociedad te dice que esta mal, ahí esta la clave, en la periferia, a los costados, en los bordes, por abajo.
Nota: esto es un borrador, adelanto, de una producción más extensa que se editará sólo en versión papel durante este año.