11/1/11

Crónicas y relatos de Punta Alta y Pehuen Co.



1.
Mr. Sopen decidió veranear unos días por la costa Argentina... va de nuevo: A Mr.  Sopen No le quedó otra opción que viajar hacia la costa Argentina. Sin pensarlo, se vio envuelto en arenas y olas en Pehuen Co, que nada tiene que ver con el idioma Mapuche. Absolutamente nada que ver. De verdad lo digo.
Fue un viaje de ida, corrían los 29 días del mes de diciembre de 2010. Algo reciente en la historia. Un fin de año para el recuerdo, con luchas en aguas del mar. Luchas eternas e inconcebibles para los que están sentados todo el día conectados a una red social y ven el sol por la ventana, en el mejor de los casos. Y por estar sentados frente al ordenador seguramente tienen la suerte de que nunca les pase la historia un tanto exagerada que voy a contarles.
Era su tercer día de playa, pileta, mar, arena, desconexión con el mundo rutinario. Transfusión de estadías propias de la clase media burguesa del país, que ni se acercan a su vida cotidiana. Mas bien dejando de lado los prejuicios de clase, como siempre suele hacer Mr. Sopen, perennemente disfruta de los placeres que no salen de su bolsillo de trabajador mal remunerado. Como todos deberíamos hacer, él lo tomó como una conquista a los que detentan el poder. En fin, una resaca revolucionaria podría afirmar cualquier intelectual atento, pero éste no existe.
A pesar de todo y mientras tanto, Sopen nadaba tranquilamente por las aguas revoltosas y cálidas de aquel sector costero de Punta Alta, para ser precisos. Era una de las formas que él entendía como deporte, nadar alrededor de 5 minutos para luego sentarse a esperar alguna cerveza por la tarde, encender su octavo cigarrillo y leer un libro arrebatado de la biblioteca de un amigo. Sin previo aviso, mientras le pegaba al mar con sus brazos y piernas, sintió una descarga de alrededor de 220 volts, como alguna vez le sucedió mientras trataba de armar un tablero eléctrico cuando iba a una escuela técnica. No hizo más que nadar hasta la playa y salir del mar, fue tal vez el más logrado instinto de supervivencia que haya atravesado su existir. Acababa de luchar contra un banco de aguas vivas y salió ileso para contarlo.
Según informó el matutino de aquella ciudad, era la primera vez en la historia que una persona, incluso no instruida en ningún deporte acuático y sobremanera eso era lo que más sorprendía a todo el mundo, había salido ilesa al enfrentarse con tantas aguas vivas a la vez. Según proclamó Sopen al diario, eran alrededor de ocho aguas vivas, aunque sus allegados refutan esos datos afirmando que era sólo una. Según estudios científicos de la Universidad de Pehuen Co, es posible que varias medusas rocen a una misma persona, también está comprobado que es el humano el que se las lleva por delante y éstas sólo se defienden segregando una sustancia irritante. Con estos datos a la vista, es muy probable que Mr. Sopen haya luchado con ocho medusas, incluso con varias decenas más.
Mito, realidad o relato facebookeano, “lo cierto”, aclaraba el periódico, cual frase dogmática aprehendida en las escuelas de periodistas, es que el descuidado turista-bañista tuvo que beber durante toda la noche del 31 de diciembre del año 2010 para poder sobrepasar un mediodía caótico en aquellas aguas desconocidas, al menos para él. Mr. Sopen, comenzó un 2011 casi ebrio…casi.

5/1/11

Un lápiz por favor.

Tocaba permanentemente la guitarra. Ese permanentemente no superaba las 3 horas diarias, pero suena a adolescencia pura o los acordes que sonaban eso pretendían. Juventud adicta a una moda generacional, el tocar la guitarra.
Desde un segundo piso, en un barrio periférico de la ciudad, esos en donde la clase trabajadora se mezcla con los punteros, los narcos, los yonkies y otras normalidades de un suburbio periférico o lo que carajo signifique eso. Las tardes transcurrían eternas, pero el reloj corría rápidamente, aunque él no lo apreciara de esa manera.
Uno de sus problemas siempre fue con las chicas, las mujeres, las quería a todas, no discriminaba a ninguna y ellas lo miraban distante, alejadas de su vida, desde otra esquina para ser precisos. Sin embargo, eran amores superfluos, banales, como tienen que ser a esa edad. Estamos hablando de los 90, con todo lo que simboliza esa época.
Lo suyo siempre fue el rock. La vida con rock aunque de viejo el jazz, muy de vez en cuando, circulaba en la computadora.
Existe un momento en su vida que marcó algo, no un antes y un después, sólo algo. Una inflexión tal vez sea la palabra aunque desviación queda mucho mejor. Según palabras textuales, en una entrevista comentó lo siguiente:
Fue en un colectivo, no recuerdo la empresa, creo que era Ñandú, en Neuquén Capital. Eso pasó hace muchos años. Volvía de la escuela, una escuela Técnica a la que me mandaron, volvía escuchando música en un moderno walkman para la época, aún lo conservo. Sucedió un par de barrios antes de llegar al lugar donde vivía, a la parada en la que a diario me bajaba. El colectivo dobla por una esquina y veo, por primera vez observo detenidamente una hilera de monoblocks. Los vi, siempre pasaba por ahí, pero esa tarde-noche vi las cosas de una forma muy diferente. Observé cómo estábamos, y aún estamos, viviendo todos amontonados, en nuestras propias cárceles. Porque la imagen que vi fue una cárcel, vi los barrios como cárceles. Necesitaba expresarlo, llegué al departamento y fui directo a mi dormitorio, tomé un cuaderno y empecé a escribir. Desde ahí en adelante no paré, con diversos matices y con diversas intensidades empecé a escribir, fue un gran cambio, una nueva forma de mirar y expresar, al menos para lo que era mi vida en la adolescencia.
Sin embargo, no todos conocen su faceta como escritor, menos como músico y menos aún como artista callejero. Camina por las calles sin presunción alguna, camina acompañado de la nada misma. Podría tranquilamente confundirse con un panadero, carnicero, repartidor de viandas a domicilio, remisero o taxista, entre otras de las tantas profesiones u oficios con que podríamos confundir a cualquier por la calle. Es, como dirían los medios comerciales de comunicación, una persona normal, un individuo más de este sistema. Aunque no constantemente, lo podemos encontrar por las calles de una ciudad cualquiera, buscando entre las sobras algo para llevar a su casa o para compartir con algún amigo imaginario que por las noches….

Continuará…


Nota del E.: el autor de este blog siempre quiso poner continuará, aunque nunca lo haga.